Cuando a una selección de los Estados Unidos de Norteamérica les sale bien un partido de baloncesto, demuestran por qué son los amos de este deporte. Se lo pueden preguntar a Gasol o Rubio, se lo pueden preguntar a Asier o Jordi. Puestos on fire son difíciles, muy difíciles de parar. Controlan las claves de este deporte como nadie. Rotulen en sus camisetas los nombres de Durant y Adebayo o los de Williams y Scott, saben que los partidos se ganan presionando más que el rival, defendiendo más que el rival, recogiendo los errores ajenos y acertando en el lanzamiento. Fácil, ¿verdad?  Pues se escribe fácil… pero sólo ellos lo hacen fácil. Da igual que se les venzan en algún partido clasificatorio o que los marcadores a su favor no sean apabullantes, porque cuando se la juegan de verdad, tiran de oficio y se ponen a lo que saben: ganar. Oro llama a Oro. Ya sé que alguien podrá espetar que no son los vigentes campeones del mundo y que tal vez, en algún(os) partido(s) la selección española les puede ganar… pero eso es sólo cuando no les salen bien las cosas, y eso, lamentablemente para el resto, les pasa pocas veces y, desde luego, hoy no les ha ocurrido.

Hoy estaban con la espada contra la pared; tenían que ganar a la selección que menos dudas había expresado en su jugar durante la fase previa y los cuartos. El equipo al que todos miraban con recelo y al que nadie quería que le tocara en suerte. Seguramente ellos podían haber preferido enfrentarse a cualquier otro, pero puestos a tener que hacerlo sabían también que les tocaba sacar lo mejor de su repertorio. El bronce no es metal para una selección de baloncesto norteamericana y tenían que darlo todo para no verse luchando por el tercer cajón de un pódium… que es su pódium.

Y desde el primer momento jugaron sabiendo lo que se jugaban y a que jugaban. Sorprendió de inicio el seleccionador norteamericano, si quiera a quien esto relata, al no sacar de principio ni a Scott ni a Williams, restó centímetros a su plantel en el parqué para imponer más quietud a su juego y, tal vez por ello, la selección pudo aguantar los primeros embates. La primera canasta del partido se le contabilizó a Steve Serio, pero en seguida Jordi Ruiz plantó tablas en el marcador. Después entre este último y Ale Zarzuela llevaron el marcador hasta un 8 a 4 que hacía exclamar a más de uno aquello del sí se puede. Pero entre Serio y Paye -éste con un triple- le dieron vuelta al luminoso poniéndose por delante, algo que ya no dejarían de hacer en todo el partido. Aún así los chicos de Oscar Trigo aguantaron el tanteador hasta llegar al finalizar el primer parcial que lo hizo con un ajustadísimo 12 a 13. Para entonces Williams y Scott ya estaban en cancha y empezaba a notarse. Y más que lo hizo después del parón de 2 minutos. Entonces los norteamericanos ajustaron los piñones de su defensa y empezaron a tensar la cadena para hacer imposibles las transiciones de los hoy de blanco. Tres minutos todavía resistió en el partido el equipo dirigido en cancha por un Asier García defendido a conciencia y amenazado por el sumatorios de personales en su casilla, pero en el 13 se rompió ya definitivamente. En dos minutos los americanos se fueron hasta un 18 a 30, que no se redujo en los que quedaban hasta el descanso, sino todo lo contrario, se fue ampliando hasta el 22 a 39 con el que se llegó a él.

Sabemos que Trigo intentó en el descanso que sus jugadores mantuvieran el carácter y que entendieran que no merecían irse del partido después de todo el trabajo hecho hasta llegar a la semifinal, pero lo cierto es que se toparon con un equipo norteamericano que no cedió un ápice en su intensidad defensiva durante los siguientes 10 minutos. Sin poder penetrar en la pintura las bazas de la selección se reducen bastante en el aspecto ofensivo y lo cierto es que los pupilos de Ron Lykins hicieron todo y más para que no fuera posible. Los brazos de Scott y Bell, pero también los de Williams, Serio o Paye, impedían jugar con comodidad a los chicos de Trigo que no encontraban manera de alimentar con comodidad a sus hombres con centímetros. Asier, que llegó a poner quince balones anotadores a sus compañeros, tampoco podía, tirando de todos sus recursos y también de orgullo, romper la zona rival. Si a eso le sumas que los norteamericanos son unos fenómenos también en el arte del encestar, se explica por qué estiraron todavía más el marcador en el tercer cuarto hasta llevarlo a un 33 a 57, que se antojaba ya imposible de dar la vuelta.

Un arresto de mente fría y un cierto tirar de un extra de coraje llevó a la selección a evitar un tanteador sangriento, de forma que en los últimos 10 minutos el parcial anotador se inclinó a su favor con un 19 a 9. Tal vez los norteamericanos, sabiéndose ya ganadores, aflojaran un poco el ritmo, tal vez la frescura de Ortega y Onrubia se hiciera notar, pero lo cierto es que en el ultimo cuarto se vio una versión muy reconocible de un juego que ha hecho llegar a los de Trigo hasta las opciones de un pódium tan caro como es el del baloncesto. Ese buen sabor de boca de los últimos minutos es el que nos gustaría alimentara su recuperación a la espera del partido contra Gran Bretaña que se disputará el próximo domingo a primera hora de la mañana con un bronce en juego.

Mirando estadísticas hay que reseñar que los 52 puntos de anotación de la Selección son obra de Ale Zarzuela, 17 puntos, Jordi Ruíz, 14, Pincho Ortega, 9, Asier García, 4, Manu Lorenzo, 4 y Oscar Onrubia, 2.

Los 66 de los norteamericanos, Bell, 20, Williams, 16, Scott, 12, Serio, 9, Jenifer, 3, Paye, 2, Neiswender, 2 y Joshua Turek, 2.