Terminada la treceava edición de los Juegos Paralímpicos con una ceremonia que volvió a impactar por su colorido, armonía y calidad escénica, es hora de hacer un primer balance de lo que para el deporte vasco han podido significar. Balance que podrá ir cobrando matices en los próximos días conforme vayamos administrando el torrente de datos significativos que un análisis exhaustivo nos permitirá  pero que, en todo caso, no podrá alterar sustancialmente la reflexión que tras 12 días viviendo los Juegos nos atrevemos a proponer.

La primera de las conclusiones a la que podemos llegar, tiene que ver con los Juegos en si mismos y su organización. Aunque es un tópico que se sucede cada cuatro años en las valoraciones oficiales, estos de Beijing, sin duda, y con  mucho, son  los mejores Paralimpicos de la historia…y uno se atreve a decir que los serán por bastantes años. Mucho tendrán que trabajar en Londres si no quieren palidecer comparativamente con la propuesta que China ha ofrecido al mundo durante estos  días y que sin duda permite calificarlos de espectaculares.

Primero porque la concepción de los Paralimpicos como una continuidad sustancial, y no solo en el tiempo, de los olímpicos es algo que desde Barcelona no se había visto. El mensaje de las autoridades chinas de que los Juegos a celebrar en la capital del país eran «olímpicos y paralimpicos» ha calado en todos los niveles organizativos y sobre todo en la población en general, de manera que siquiera en los aspectos formales y, en el comportamiento de la gente, no ha habido diferencias sustanciales entre los dos tipos de juego. No nos referimos aquí, claro, ni al interés colectivo ni al impacto con los que han sido seguidos por el mundo, toda vez que todavía se esta a años luz de una homologación entre ambos en aspectos significativos como puede ser la audiencia televisiva, y sí a una concepción que tiene importantes repercusiones en el orden práctico.

En segundo lugar, porque en estos juegos ha destacado sobre manera el altísimo nivel de atención que tanto publico, como deportistas y medios de comunicación han disfrutado. El autentico ejercito de voluntarios con los que se ha rodeado el comité organizador para hacer sencillo a todos la convivencia en los Juegos, ha sido el instrumento para que ello fuera posible. Se podrá decir que en una ciudad de 16 millones de habitantes, no hay problema para reclutar los 40.000 voluntarios que han colaborado en la organización de los mismos, pero lo cierto es que mas allá de poder contar con el numero necesario, el problema está en organizarlos adecuadamente para que cada uno esté en su sitio, para que cada uno ejecute adecuadamente sus funciones. La amabilidad y sentido de la hospitalidad que, culturalmente, tiene la mayoría de la población china ha colaborado decisivamente a establecer un clima humano adecuado en torno a los Juegos.

Un tercer aspecto, determinante y a quien esto escribe mas ha impresionado, es la altísima concentración de espectadores en todos y cada uno de los estadiums. Valga la anécdota. En el primer día de competición, hacia las 10,30 de la mañana el que esto escribe estaba en el centro de prensa organizando el trabajo del dia y recabando documentación sobre participantes y escenarios, cuando al mirar a una de las pantallas de televisión que retransmitía las distintas pruebas, se quedo perplejo al observar la  que   el estadio nacional se encontraba lleno. Pensé que se trataba de una prueba grabada de los juegos olímpicos y no me causó mayor sorpresa. Esta devino cuando vi aparecer un grupo de atletas en silla de ruedas dispuestos a participar en una serie clasificatoria. ¡No me lo podía creer! Uno había visto en Barcelona el Palau de Badalona repleto para ver un partido entre España y Gran Bretaña; había visto el centro acuático de Sydney con lleno hasta la bandera en alguna de las finales más interesantes, había disfrutado de algún partido de tenis en silla en Atenas con las gradas repletas, pero nunca en unas paralimpiadas, más allá de para las ceremonias de inauguración y clausura, había visto un estadio olímpico con 90.000 almas. Me froté literalmente los ojos y me encaminé hacia el mismo, dudando de si lo había visto no era un montaje televisivo, un trabajo propagandístico,  tal era mi incredulidad. Pero conforme entraba por las bocas de acceso al Nido del Pájaro, el griterío del público me iba acercando a la realidad: efectivamente, el estadium estaba lleno, completamente lleno. Enseguida subí por los graderíos y me mezcle con el público. Había sí, algunos voluntarios claramente identificados en las gradas por sus uniforme, un porcentaje importante de gente joven que tal vez venían de este o aquél centro de estudios, pero sobre todo gente inidentificable como parte de colectivo alguno concreto, que, tras inquirirles gracias a un ritual de gestos de comunicación universal y alguna palabra en inglés suelta, te mostraban su entrada y te manifestaban el interés por lo que estaban viendo.

Esas tribunas llenas durante la inmensa mayoría de las sesiones, en todos los escenarios y en todos los deportes, tal vez sea lo mas interesante, por novedoso, de los juegos; se podrá volver a razonar aquello de que en una ciudad de 16 millones de habitantes es sencillo llenar estadios, pero ni Atenas ni Sydney, ni Atlanta, ni Barcelona eran precisamente ciudades pequeñas y en ningún modo lo consiguieron. Con estos juegos –anteriormente calificados como del cemento por la impresión que causaban los grandes estadios con apenas unos miles de espectadores en sus gradas- se ha creado un precedente de interés público que sin duda los deportistas han agradecido y que echarán en falta si no se mantiene en próximas convocatorias.

Unido a éste aspecto, está el trabajo de concienciación y difusión pública que el comité organizador y las autoridades públicas chinas han realizado a fin de que la población viva el espíritu de las paralimpiadas. Desde una cuidada presencia de la iconografía de los Juegos en todos los espacios públicos de interés (vías principales, edificios públicos, autobuses, metro…) a sobre todo, una minuciosa presencia de los mismos en todos los canales públicos de comunicación. Todo ello ha contribuido a despertar la atención en los vecinos de Beijing por las paralimpiadas que, sin duda, han sido uno de los protagonistas de las mismas.

Corolario de todos estos elementos, tal vez sea que este tipo de Juegos sin un Estado fuerte que los organice y aliente es difícil, todavía, que puedan tener éxito por si mismos. No porque la espectacularidad ni la calidad deportiva no puedan ser reclamos para la población en general, si no porque el déficit de conocimiento entre ésta es todavía importante y no garantizan, por si mismo, su atención. No cabe duda de que el Gobierno de la República Popular China ha conseguido hacer de sus juegos, la mejor de las tarjetas publicitarias de su país y su régimen, pero no lo es menos que ha demostrado al mundo que las cosas se pueden hacer bien sólo si hay una auténtica voluntad de hacerlas y se cuenta con las herramientas organizativas para ello. Y China en esto, no ha sido en modo alguno cicatera.

La segunda gran conclusión tiene que ver con el nivel del deporte adaptado en general y con el vasco en particular.

Como ya viene siendo habitual y, desde luego con claridad desde las paralimpiadas de Barcelona, un elemento común a todas es el apreciable incremento de nivel competitivo que en cada ciclo se aprecia. Tal vez el dato más incontestable en este aspecto de los Juegos sea que en los 12 días de competición se han batido 279 records del mundo y 339 paralímpicos; es decir que en casi 250 pruebas se ha constatado que el deporte adaptado se encuentra en progresión. Importante reseñar también que nuevos países, la mayoría del tercer mundo, se han incorporado a la competición y han empezado a despuntar en algunas especialidades, tal y como vienen haciéndolo en las pruebas olímpicas.

A nivel competitivo, China ha demostrado ser también la primera de las potencias mundiales. Con un balance de 211 medallas, 89 de ellas de oro, ha duplicado en éxitos a sus más inmediatos rivales, los británicos, que han obtenido 102,  42 oros, y los Estados Unidos, 99, 36 de oro. El cuadro de honor sigue con Ucrania, Australia y la República Sudafricana. La representación española ha quedado en décimo lugar con un activo de 58 medallas, de las que 15 han sido de oro, lo que la sigue situando en la relación de estados más destacados, aunque haya perdido alguna posición en el ranking final.

Por su parte, el deporte vasco ha vuelto a demostrar que cuenta con una elite verdaderamente reseñable. Sus 10 medallas y media docena de diplomas paralímpicos, sus nombres propios (Richard Oribe, Javier Otxoa, Sandra Gómez, Sara Carracelas, Santiago Pesquera, Javier Conde, Yolanda Martín…) lo configuran como una potencia media en el panorama internacional que sube puestos de ranking cuando lo comparamos con el número de participantes, catorce, y con la población total del país. Euskadi puede estar más que satisfecho del papel realizado por nuestros y nuestras deportistas; tenían ante si el reto de conseguir podiums similares a los conseguidos en anteriores Juegos y lo han logrado. Tenían que representarnos colectivamente, y lo han hecho de la mejor manera posible: entregando todo lo que tenían en la competición y demostrando, del primero al último, ser, antes que nada, honestos y buenos deportistas.

Ahora nos queda a los demás demostrarles nuestro reconocimiento y afecto… y a ser posible que estos gestos se mantengan en el tiempo. Después, habrá que trabajar para que los caminos iniciados por el Plan Adop, y los propios de las administraciones públicas vascas (con su proyecto BAT), que se han demostrado útiles a la hora de mejorar la capacidad de entrenamiento de nuestros valores, sean irreversible y mejoren en prestaciones de manera que en los próximos Juegos de Londres el número de participantes vascos sea mayor, lo que sin duda será el mejor indicador del avance de nuestro deporte.

TXEMA ALONSO
FUNDACION SAIATU

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