[one_full last=»yes» spacing=»yes» center_content=»no» hide_on_mobile=»no» background_color=»» background_image=»» background_repeat=»no-repeat» background_position=»left top» border_position=»all» border_size=»0px» border_color=»» border_style=»» padding=»» margin_top=»» margin_bottom=»» animation_type=»» animation_direction=»» animation_speed=»0.1″ class=»» id=»»][title size=»4″ content_align=»left» style_type=»underline solid» sep_color=»#247a37″ margin_top=»» margin_bottom=»» class=»» id=»»]05/09/2012 ORIBE, PLATA EN LOS 100 LIBRES[/title]
Richard Oribe ha conseguido en la noche de hoy sumar una nueva medalla a su amplia colección de preseas paralímpicas. El donostiarra, que tres días atrás no pudo incrementar su palmarés de metales en la prueba de los 50, se ha tomado cumplida revancha con la piscina del Centro Acuático de Londres y le ha arrancado una medalla que completa una difícilmente repetible gesta en la natación vasca: subir al pódium en cinco juegos
paralímpicos consecutivos. Esta vez lo ha hecho en la prueba de los 100 metros libres, su favorita y de la que ostenta además el record mundial desde el 2009.
Salió el gipuzkoano dispuesto a todo, y los primeros 50 metros suyos; luego, poco a poco, el mejicano Gustavo Sánchez fue ganándole, brazada a brazada, el liderazgo de la prueba, y al pasar por los 75 metros, quedó
claro que la prueba tenía su nombre como ganador. Richard, entonces, tuvo que aguantar las acometidas del francés David Smetanine que quería como él subir al segundo de los peldaños del pódium y guiado de su confianza en sí mismo impulsarse hasta la pared de la pileta en los últimos metros con un nuevo cambio de ritmo. Oribe registraba finalmente un crono de 1:25:33, un segundo y alguna centésima más que el hispanoamericano y cuatro décimas menos que el francés.
La quinceava medalla paralímpica de Oribe se ha conseguido en un contexto de renovación de la natación adaptada, con la emergencia de nuevas promesas y con países que vienen pisando fuerte en la promoción de este deporte, lo que engrandece más, si se puede, su logro. A sus 39 años, el donostiarra ha visto como un joven que aún no ha cumplido los 18, le plantaba batalla con la arrogancia de sus pocos años y de quien sabe que
tiene todo el futuro por delante. Sin embargo, Richard supo sufrir cuando le superaba en ritmo y demostrarle también a él que con miles de horas de entrenamiento también se puede ser joven en la competición.